Me quema el hecho de saber que no puedo conseguirlo, el hecho de creer que está total y completamente fuera de mi alcance, el hecho de ver que esta en manos de otro/a. ¿Por qué siempre deseamos aquellas cosas imposibles? Lo ansío simplemente porque sé que no puedo disfrutar de ello, porque sé que el hecho de que requiera esfuerzo conseguirlo es parte del juego. Pero entonces me centro tanto en dicho juego que me vuelvo loca. Las pequeñas piezas, que forman el mecanismo de mi ser, chirrían ante la presión. Y no paro de pensar, y no paro de pensar en ello. He de tenerlo junto a mí, he de disfrutar aquellas imperfecciones que a mis ojos resultan perfectas, de notar su calidez entre mis manos, y hundirme en la negrura de su mirada para perderme y no volver nunca. Quién sabe si acabe probando sus besos, quién sabe si acabe, con mi esfuerzo, superando cualquier reto, ya ni tan solo confío en el tiempo, el único que hasta ahora, parecía el posible cómplice que me podía ayudar a conseguir aquello que creía y creo imposible.
La esencia se encuentra en el origen de lo inexplicable;
Maria.